Cuando James Giannetta llamó por primera vez a su hermano Russ a fines de junio para decirle que el coronavirus estaba comenzando a propagarse en su prisión federal de Texas, Russ pudo escuchar el miedo en su voz. «Este lugar está explotando», advirtió James.
Russ pronto recibió otra llamada: James, un preso de 65 años con diabetes y VIH, había dado positivo por el virus él mismo. A los pocos días, lo llevaron de urgencia a un hospital cuando sus niveles de oxígeno se desplomaron. Unas semanas más tarde, después de que su estado empeorara y lo pusieran en un ventilador, estaba muerto.
A medida que el coronavirus se ha propagado rápidamente a través de prisiones y cárceles de todo el país en los últimos meses, la cárcel de Texas donde Giannetta pasó sus últimos días se ha convertido en la prisión federal más afectada de Estados Unidos.
Más de 1.300 de los aproximadamente 1.750 prisioneros en la prisión y el campo de la FCI Seagoville han dado positivo por el virus, según datos de la Oficina Federal de Prisiones, lo que representa un impresionante tres de cada cuatro reclusos.
Hasta ahora, tres reclusos de la prisión, incluida Giannetta, han muerto de Covid-19.
Cinco presos de Seagoville le dijeron a CNN en entrevistas telefónicas desde detrás de las rejas que temían por sus vidas cuando el virus se apresuraba a atravesar la prisión del área de Dallas, y que las condiciones de hacinamiento les impedían mantenerse socialmente distanciados.
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