Adecuación del espacio litúrgico en Santarém

Adecuación del espacio litúrgico en Santarém

Altar de la Catedral de Santarém: “La liturgia y sus ritos se desarrollan y cambian debido a la necesidad de inculturación”.  Foto © HM |  Agencia Ecclesia Altar de la Catedral de Santarém: “La liturgia y sus ritos se desarrollan y cambian debido a la necesidad de inculturación”. Foto © HM | Agencia Ecclesia

Sin entrar, verlo y sentirlo en vivo, no me atrevo a dar una visión crítica de la adaptación llevada a cabo en la Catedral de Santarém, donde el nuevo altar utiliza mármol de Estremoz, habiendo provocado así algunas controversia local. Dejo sólo algunas líneas que he reflexionado para la maestría en arquitectura y liturgia en Santo Anselmo – Roma, en la que fui invitado a intervenir. ¡Solo para elevar el impresionante debate en las redes…!

La liturgia y sus ritos se desarrollan y cambian debido a la exigencia de la inculturación, como resultado de la necesidad de que las celebraciones sean significativas para la sociedad, ya sea en diferentes pueblos y naciones, o en diferentes épocas. El arte cristiano, en su desarrollo a lo largo de los siglos, se manifestó como un catalizador simbólico del culto ritual, que es siempre una memoria actualizante de la salvación y no una absolutización idólatra de la divinidad. Así, el rito cristiano se vistió de cultura y cambió de formas. ¡No hay camino cristiano! “Sólo el talento mediocre, como decía Goethe, es siempre prisionero del tiempo y debe alimentarse de aquellos elementos que en él existen”.

La celebración de la Eucaristía dirigida al pueblo propició la transformación de muchos espacios pensados ​​para otra perspectiva, especialmente en la zona del presbiterio, como ocurría aquí, con altar, ambón y silla. El Concilio Vaticano II pidió una adaptación con dos criterios a salvaguardar: la dignidad de la forma y la participación de toda la asamblea.

Lo fundamental es, además de la calidad formal garantizada, el grado superior de humanidad que transmite la obra. Los artificios técnicos o el virtuosismo provocador no son suficientes para que la obra de arte siga siendo interesante y resista la evaluación crítica.

Todo lo que concierne al espacio y a los ritos debe brillar en la belleza de las formas. La experiencia de lo absoluto no puede comunicarse de manera aburrida, desdeñosa, pauperista, prosaica, ni triunfalmente, con aparatos escénicos. Entre los extremos, entre tendencias conservadoras e innovadoras, la distinción radica en la intensidad, la profundidad y la pasión, la vibración de la trascendencia, el escape de la vulgaridad. Lo que hace que una obra sea oposicionista y la vuelve insulsa y fría no es su apego a la tradición o el avance de la modernidad, la vanguardia.

Cada artista, en los diferentes silencios del corazón, abraza el misterio de la vida humana y lo expresa con las herramientas de su lenguaje, que el observador está llamado a penetrar, a través de una experiencia igual de silencio, antes que de reacción.

Altar de la Catedral de Santarém: “Criterio conciliar, además de la dignidad formal, es que la organización del espacio permita la participación de la asamblea”.  Foto © HM |  Agencia Ecclesia

Altar de la Catedral de Santarém: “Criterio conciliar, además de la dignidad formal, es que la organización del espacio permita la participación de la asamblea”.  Foto © HM |  Agencia Ecclesia Altar de la Catedral de Santarém: “Criterio conciliar, además de la dignidad formal, es que la organización del espacio permita la participación de la asamblea”. Foto © HM | Agencia Ecclesia

Santo Tomás de Aquino: tres características se dan para la belleza: integridad, proporción y claridad.

Santo Tomás de Aquino fue uno de los mejores intérpretes de la originalidad estética del cristianismo. Por tanto, para la belleza, según Santo Tomás, concurren tres características: integridad, proporción y claridad. En primer lugar, la integridad, es decir, la perfección, que es la plena realización de la realidad. No es una totalidad cerrada, sino abierta, que acoge todo lo que está fuera de sí misma. El todo está presente en el fragmento cuando éste reproduce en la armonía de las partes la armonía del Todo. Esta es la proporción, la armonía de la forma, de donde surge la belleza. Una imagen es bella si es parcial, pero representa perfectamente las proporciones y la armonía de lo irrepresentable. El tercer elemento es la claridad o luminosidad. Hacer pasar una transparencia de luz a través del fragmento es el poder de la irradiación, de la comunicación. De ahí viene lo espléndido, el esplendor de lo íntimo. La forma por sí sola sería un esteticismo insuficiente y un esteticismo igual sería sólo esplendor. Porque sólo a través de su forma el fragmento es una ventana al misterio mayor. Será a través de la analogía que el lenguaje del arte encierra el misterio trascendente.

Otro criterio conciliar, además de la dignidad formal, es que la organización del espacio permita la participación de la asamblea. Ahora bien, el eje celebrativo se sustenta en la diferenciación de tareas rituales. El pueblo-comunidad que se reúne para celebrar los rituales litúrgicos es jerárquico, tiene servicios específicos y lugares propios. El espacio de una iglesia tiene un orden y un significado. Representa un cosmos ordenado y rítmico. Cada parte tiene su lugar y permite que la acción litúrgica se desarrolle en su propio tiempo. En el espacio de uno catedral debe preverse la funcionalidad del rito de ordenación, un gran presbiterio para las celebraciones del obispo con sus sacerdotes, una cátedra significativa como lugar de enseñanza para el obispo, como doctor de la fe.

La orquestación del organismo requiere que el arquitecto tenga conocimiento de la jerarquía de los elementos requeridos. Una iglesia no es un espacio polivalente, sino que es un lugar polifónico. Favorece la epifanía del misterio cristiano, yendo más allá de cuestiones de visibilidad, conveniencia y uso meramente funcional.

En el estilo de vida de Cristo, en la plenitud de su entrega, en la libertad realizada hasta el final, la conciencia cristiana encuentra la base y el origen de su identidad estética. Los aspectos visibles de la liturgia, la distribución de los elementos en el espacio, la ornamentación iconográfica, son símbolo, emblema, imagen del misterio de Cristo.

Utilizando estos criterios se puede evaluar la adaptación. Guiada por quienes conocen bien la calidad litúrgica, como los monjes de Singeverga, y realizada por un artista con una gramática única y ya reconocida, se espera una intervención dentro de los cánones.

Ha habido exitosas intervenciones de arte contemporáneo en espacios barrocos. El contraste entre exuberancia y sencillez puede, si es proporcionado, contribuir a una armonía que ayude a la comunidad a celebrar.

Carlos Moreira Azevedo es obispo, historiador y delegado del Comité Pontificio de Ciencias Históricas; Estudios de Arte y Devoción (Paulinas Editora) Es Irene Vilar (1930-2008) Catálogo general (Fundação Spes) son dos de sus últimos trabajos.

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