La ciencia en Brasil viene sufriendo continuos recortes a lo largo de los años. Según datos de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, la Capes (Coordinación para la Perfeccionamiento del Personal de Enseñanza Superior) y el CNPq (Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico) perdieron cerca del 51% del presupuesto destinado a financiar investigaciones en los últimos 10 años.
El relevamiento de la entidad es aún más preocupante para el año 2022. Los datos aún no dan cuenta de los recientes recortes realizados por el gobierno, pero hasta ahora, solo en el Ministerio de Educación, la disminución ha sido de R$ 802,6 millones.
La producción científica en Brasil se realiza mayoritariamente en programas de posgrado (maestría y doctorado) en universidades públicas. Actualmente, las becas ascienden a R$ 1.500 para maestría y R$ 2.200 para doctorado, que no se reajustan desde hace años.
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Los recortes en la ciencia empujan a los investigadores a abandonar el país
Conocido como fuga de cerebros, el fenómeno está cada vez más presente en Brasil. Ocurre cuando, principalmente, jóvenes investigadores buscan oportunidades de becas y trabajo en universidades en el extranjero, motivados por el desempleo y la baja financiación de la ciencia en el país.
Brasil está perdiendo cada vez más a los mejores investigadores, debido a la precariedad y al desguace de la educación superior pública, hacia los países del Norte Global, considerados “desarrollados”.
Los recortes también dificultan la publicación de artículos en revistas académicas del país, que dependen del financiamiento público para la circulación de las producciones científicas.
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