Cómo la salud mental puede afectar las ganancias empresariales

Cómo la salud mental puede afectar las ganancias empresariales

La seguridad laboral y la seguridad psicológica deben coexistir. Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 4 personas quedará discapacitada por una enfermedad mental.

Nunca en los últimos años habíamos hablado tanto de sostenibilidad, o mejor dicho, nunca habíamos hablado tanto del famoso ESG (Environment, Social and Governance) que, de forma muy simplista, orienta la gestión de una organización bajo la luz de indicadores que guían una operación ética, transparente y comprometida con su responsabilidad social y socioambiental. Pero, ¿por qué la “S” de “social” refleja, en la gran mayoría de los casos, una preocupación únicamente ligada al impacto social de la operación dentro de la comunidad (la inversión social privada realizada) o, como mucho, considera la perspectiva interna? con los temas que involucran la promoción de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión)? ¿Qué pasa con la salud mental? ¿Cuántas empresas dicen ser firmantes del Pacto Mundial y, por tanto, comprometidas con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, mientras que el ODS 3 –salud y bienestar– es prácticamente ignorado?

La salud mental, celebrada este martes (10), desempeña un papel fundamental en la consecución de los indicadores del ODS 3, ya que está intrínsecamente ligada al bienestar general. Los problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad pueden aumentar el riesgo de enfermedades físicas como problemas cardiovasculares, problemas respiratorios y diabetes.

La empresa existe porque en ella hay personas, y las personas mentalmente sanas garantizan la sostenibilidad económica de las organizaciones, en función de los resultados que son capaces de proporcionar en su vida diaria. Promover la salud mental en el lugar de trabajo contribuye directamente a mejorar la calidad de vida de las personas y por tanto a una mayor productividad.

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Lo que se ve con frecuencia es la atención de las empresas a la seguridad y la protección física en el lugar de trabajo, un avance importante a lo largo de los años, hoy guiado por un marco regulatorio que las empresas están obligadas a seguir. Pero ¿qué pasa con la seguridad psicológica?

La seguridad laboral y la seguridad psicológica deben coexistir.

Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas quedará discapacitada debido a una enfermedad mental, lo que afectará a la economía mundial en miles de millones de dólares.

De hecho, la incapacidad para trabajar causada por una enfermedad mental, a diferencia de otras enfermedades, se produce durante la fase más productiva de la vida humana, entre los 30 y los 50 años. Por tanto, el impacto de los trastornos mentales en la economía es mayor que el de cualquier otro problema físico.

Los jóvenes de hoy, que han sufrido más intensamente que muchos otros el aislamiento social provocado por la pandemia, trabajarán mañana en estas organizaciones. ¿Y están preparados para ofrecer un entorno saludable, verdaderamente comprometidos con la seguridad psicológica? Fui responsable de promoción de la salud en una empresa del sistema financiero global durante muchos años y mi mayor preocupación era trabajar con ejecutivos. Para convertirse en una práctica, ESG debe beneficiarse del compromiso de todos y este también es el caso de una cultura organizacional saludable. El liderazgo juega un papel crucial en la transformación cultural. El líder dirige microecosistemas dentro de las empresas que pueden promover una cultura saludable o una cultura tóxica.

También pueden ser la principal causa de estrés en el entorno laboral que, cuando es demasiado intenso, se convierte en una “puerta de entrada” a las enfermedades mentales. El estrés excesivo puede afectar los sistemas cardiovascular, respiratorio, endocrino, musculoesquelético e incluso gastrointestinal. Es decir prácticamente en todo nuestro cuerpo.

Promover la salud mental en el lugar de trabajo contribuye directamente a mejorar la calidad de vida de las personas y por tanto a una mayor productividad.

Sabemos que los estresores de corto plazo, como una reacción o un reflejo inmediato, son saludables, pero los de largo plazo, que perduran, se vuelven crónicos y patológicos.

Sin embargo, es muy común ver líderes preocupados por objetivos y resultados y hoy, aún más frecuentemente, por resultados de alto desempeño, pero poco preocupados por las personas: olvidan que los resultados que buscan no los obtienen sólo ellos mismos.

Cuando las demandas son más de las que podemos manejar, comenzamos a sentir estrés. La sostenibilidad humana, o desarrollo humano sostenible, surge de una visión de salud integral, “mente sana, cuerpo sano”, como dice el viejo refrán. Así, la sostenibilidad humana es = sostenibilidad económica que = mayor productividad y rentabilidad.

Pero ¿por qué sigue siendo tan difícil tener un liderazgo humanizado y una cultura organizacional sana? ¿Están las organizaciones cegadas por una fuerte competitividad en busca de beneficios cada vez mayores que satisfagan a los accionistas?

Dato: no hay vuelta atrás en el tema de la salud mental, los números hablan por sí solos. Antes de la pandemia, en 2019, la Organización Mundial de la Salud ya declaraba que Brasil era el país del mundo con mayor número de personas con ansiedad y el quinto con mayor número de personas que padecían depresión.

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Este año, la OPS (Organización Panamericana de la Salud) anunció que “durante el primer año de la pandemia de covid-19, la prevalencia global de ansiedad y depresión aumentó en un 25%. Las preocupaciones sobre un posible aumento de estas condiciones ya han llevado al 90% de los países encuestados a incluir la salud mental y el apoyo psicosocial en sus planes de respuesta al Covid-19, pero persisten importantes lagunas y preocupaciones.

La mirada interna de la “S” debe ver la salud mental de la empresa, o mejor dicho de las personas, en busca del desarrollo humano sustentable. La promoción de la salud y la atención a la prevención deben ser parte de la nueva era de la sostenibilidad, en la que la ESG debe equilibrar sus ejes. La relevancia del aspecto ambiental debe coincidir con la relevancia del aspecto social, que, a su vez, debe coincidir con una gobernanza que refleje esta nueva forma de operar. Por lo tanto, este equilibrio se vuelve vital.

Andrea S.Regina es especialista en ESG y DEI. Licenciada en educación, con especialización en administración, marketing, responsabilidad social y promoción de la salud, es directora ejecutiva del Instituto Ame sua Mente.

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