Defiende la ciencia de tus detractores

Un esfuerzo mundial sin precedentes en investigación científica e innovación farmacéutica hizo posible, en aproximadamente un año, producir vacunas eficaces en la prevención del covid-19.

Aunque es difícil y aún no se ha completado, la batalla contra el nuevo coronavirus la está ganando el conocimiento científico. El desarrollo de las vacunas actuales y los avances en el tratamiento del covid-19 con nuevos fármacos son, sin duda, un triunfo de la ciencia.

En este sentido, al adherirse masivamente al proceso de vacunación, los portugueses dieron una señal inequívoca de que creen en la ciencia. Nuestra tasa de inoculación es una de las más altas del mundo, lo que demuestra que el país no duda de la seguridad y eficacia de las vacunas contra el covid-19. A diferencia de muchos otros países europeos, Portugal salió ileso de la corriente de teorías de conspiración, noticias falsas, tesis extravagantes y mentiras desaliñadas de los movimientos anti-vacunación.

Sin embargo, no estamos a salvo de la tendencia de devaluación de la ciencia que, enardecida por las redes sociales, está germinando en países desarrollados, muchas veces con cobertura política, como en el Brasil de Bolsonaro. Por un lado, vivimos en una sociedad de la información y una economía del conocimiento, lo que presupone la centralidad de la ciencia y la tecnología en la vida de las personas. Pero, por otro lado, hay movimientos crecientes que niegan la evidencia científica, prefiriendo creer en hechos alternativos o en posverdades.

Esta paradoja es particularmente evidente en la salud, un área en la que los extraordinarios avances científicos y tecnológicos se ven contrarrestados por la creencia en la llamada «medicina alternativa». Aunque la ciencia ha demostrado garantizar una mayor calidad, seguridad y eficacia terapéutica, son muchas las personas que se dejan engañar por «tratamientos» y «prácticas médicas» supuestamente milagrosos, pero sin ninguna base científica.

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Que muchos, por ignorancia o desesperación, recurran a la «medicina alternativa» puede incluso ser comprensible. Mucho menos justificable es la complacencia de los poderes públicos ante la charlatanería vendida como medicina, que nos hace remontarnos a la época de las mezinhas y los derechos.

* Rector de la Universidad de Porto

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