Xi Jinping tenía una misión muy clara cuando visitó Arabia Saudita a fines del año pasado: convencer a los países del Golfo Pérsico para que aceptaran intercambiar petróleo en renminbi. Fue uno de los muchos movimientos de Beijing para tratar de internacionalizar su moneda y, al mismo tiempo, debilitar el dominio del dólar en la economía global. El presidente chino incluso ha movilizado a importantes aliados para este propósito, como Rusia, Brasil y ciertos países de Medio Oriente, América Latina y África. Y esta no es la primera vez que un bloque económico intenta desafiar el poder del billete verde.
Hace más de medio siglo, por ejemplo, Giscard d’Estaing consideraba que la hegemonía del dólar constituía un “privilegio exorbitante” para EE.UU. Esta creencia llevó al exministro de Hacienda y presidente de Francia -conocido como uno de los padres del euro- a impulsar la creación de una moneda única que ayudaría al Viejo Continente a ser menos dependiente del dólar. La moneda europea ha logrado afirmarse, comenzando a tener un peso importante en las reservas internacionales de divisas. Sin embargo, aún está lejos de pellizcar el dominio de la moneda estadounidense. El caso es que el billete verde sigue rigiendo los sistemas financieros, monetarios y comerciales del mundo, permitiendo a Washington tener déficit en su cuenta corriente sin tener que afrontar una crisis de pagos y, además, cerrar a otros países en el sistema financiero y de pagos internacional. .
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