El bienestar ha sido uno de los temas candentes que más se ha informado en los medios nacionales e internacionales, a nivel académico y organizacional, y que al final puede ser todo o nada. En una de las tantas búsquedas que realicé sobre el tema, me topé con un artículo muy interesante de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), que hace referencia a una nueva pandemia, la “Pandemia del Bienestar”.
Por Daniela Lima, socia directora de Swaifor
La alusión a una pandemia me pareció una gran analogía, hay que entender que es importante pensar en el bienestar en varios contextos, sobre todo organizacionales. Sin embargo, una diversidad de conceptos asociados al bienestar proliferan en un contexto organizacional sin una delimitación clara y precisa del concepto. Este vacío promueve la banalización del tema y conduce a un discurso fundamentalista muy cercano a una infección por exceso de bienestar.
Este “exceso” de bienestar puede tener un doble impacto a nivel organizacional: (1) las personas se sienten obligadas a “luchar” por su bienestar, sea el que sea, ya que son “cosas diferentes” para “personas diferentes” Al mismo tiempo, (2) empuja a las organizaciones a querer adquirir la fórmula secreta para desarrollar su bienestar organizacional, con el fin de atraer y retener su cantera de talento.La paradoja entre tener y querer resalta la subjetividad asociada al bienestar. ser, estableciendo una relación compleja con las características individuales de las personas y organizaciones (variables contextuales). No existen medidas universales, pero sí índices que emergen del contexto académico que permiten caracterizar el bienestar según dos ejes principales de investigación : (1) enfoque hedónico centrado en la maximización del entusiasmo, la vivencia de afectos positivos y la reducción o ausencia del dolor y, (2) el enfoque eudemónico que se refiere al desarrollo y autorrealización de los individuos – Bienestar subjetivo ( Ryan y Deci, 2001).
Existen dos posibles enfoques del bienestar que deben entenderse como la prevalencia de sentimientos y emociones positivas, por un lado, y, por otro, como la percepción que los individuos tienen de las posibilidades de desarrollo, de aprendizaje de nuevas habilidades. y el cumplimiento de sus objetivos de vida. Ambos enfoques incluyen los aspectos positivos y cognitivos de la existencia humana.
Cualquiera que sea la línea que las organizaciones se sientan presionadas a tomar, existe la necesidad de reducir el ruido, no confundir cosas como la felicidad, la calidad de vida, la satisfacción con la vida, el florecimiento humano y el cuidado (Universidad de ‘Otago, Nueva Zelanda).
Es posible que muchos de nosotros no entendamos el concepto de bienestar en su totalidad, y eso es normal porque va evolucionando. Si bien no es un concepto nuevo, ya que se remonta a la antigüedad, se perfila hoy como una fuerza pulsante en la sociedad moderna debido a nuestra forma de vida. Experimentamos a diario las consecuencias de nuestras elecciones conscientes e inconscientes, de las que surgen fenómenos como el estrés, el agotamiento y la enfermedad mental. Pero es importante hacer un esfuerzo por acotar el concepto de bienestar en un contexto organizacional, para entender cuáles son las características de nuestras organizaciones, nuestros directivos y nuestra gente.
El bienestar no se limita a los programas de salud mental, las clases de yoga, los protocolos con gimnasios y academias o las caminatas al aire libre. El bienestar es una búsqueda, es nuestra meta individual articulada con la meta organizacional (ajuste perfecto).
Este artículo apareció originalmente en la edición de marzo (#146) de Recursos Humanos, en los quioscos.
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