Retirada democrática en México: ¿para bien o para mal?

México atraviesa actualmente un revés democrático bajo el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Es verdad. Lo que es menos seguro es si este es el comienzo de la implementación de una democracia más genuina o si estamos avanzando hacia un nuevo régimen autoritario. Hoy, las señales del gobierno sugieren que el segundo escenario es más probable. En los últimos meses, AMLO parece más interesado en poner las instituciones democráticas bajo su control que en reformarlas para hacerlas más autónomas y eficientes.

Empecemos por lo obvio: las señales de regresión democrática en México están por todas partes. Me enfocaré en dos.

Los primeros son los constantes ataques de AMLO y su partido, el Movimiento por la Regeneración Nacional (MORENA), el Instituto Nacional Electoral (INE) y, más recientemente, el Tribunal Federal Judicial Electoral (TEPJF). 28 de abril el presidente dijo que «el TEPJF y el INE fueron creados para que no haya democracia». Es sorprendente escuchar a un líder electo hablar de esta manera, especialmente uno que aprovechó las libertades y oportunidades que trajo la transición democrática (1977-1996).

El motivo de su descontento fue la orden judicial del INE de rechazar las candidaturas de los candidatos de MORENA al gobierno de los estados de Guerrero y Michoacán. Los candidatos inicialmente nominados no presentaron sus gastos de precampaña al INE, como se requería. En consecuencia, el instituto impuso la sanción prevista por la ley: la cancelación de sus candidaturas. AMLO estaba furioso: “¿Cree que los asesores del INE o los magistrados de la corte son demócratas? Yo digo: no, al contrario, están conspirando contra la democracia ”.

Su aversión a los asesores y magistrados no es nueva, se deriva de sus derrotas en las elecciones de 2006 y 2012, que nunca aceptó bajo acusaciones infundadas de fraude electoral. El destino del INE parece estar marcado. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones intermedias de junio de 2021, MORENA seguramente afirmará haber sido víctima de un fraude. Este será el primer paso para impulsar cambios legales al instituto y así desmantelarlo para las elecciones presidenciales de 2024.

El segundo signo de regresión democrática es lo que está sucediendo en la Corte Suprema de Justicia de la Nación (SCJN), que poco a poco está siendo colonizada por el Poder Ejecutivo. Todo comenzó con la destitución del ministro Eduardo Medina Mora en 2019, quien renunció a su cargo aparentemente motivado por una investigación sobre sus bienes por parte de las autoridades federales. Medina Mora se alejó silenciosamente y dio paso a la actual ministra Margarita Ríos Farjat, nombrada por AMLO para el Senado (controlado por MORENA).

Aún más preocupante es el intento actual de MORENA de extender el mandato del presidente de la Corte, ministro Arturo Zaldívar, de cuatro a seis años. Si bien el artículo 97 de la Constitución establece que «cada cuatro años, el Pleno elegirá de entre sus miembros al presidente de la SCJN», la bancada del oficialismo aprobó, el 23 de abril, la denominada «ley Zaldívar» que prorroga el ministro-presidente durante seis años. La acción inconstitucional cuenta con el beneplácito de AMLO, que «confía» en el ministro Zaldívar para llevar a cabo su reforma judicial. En un giro extraño, el presidente otorga un trato subordinado a quien, en teoría, es el jefe de un poder independiente.

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