Afganistán y la retirada de nuestra propia humanidad

Por Ana Busch *

Sea cual sea el lado en el que estés, es difícil para ti haber sido indiferente al ver escenas de Afganistán repetidas hasta el agotamiento esta semana en la prensa y en las redes sociales. Del joven atleta cayendo del cielo en un intento de escapar. Mujeres que se han quedado, con la certeza de que van a morir. PARA Brújula, Marthe Gabriel levantó la voz y su indignación por el evidente retroceso del siglo XXI y destacó nuestra incapacidad para salvar parte de nuestra propia humanidad.

Pero para reflexionar sobre esta construcción de civismo, no es necesario ir tan lejos. En la columna Voz, Dina Prates muestra cómo sexismo y racismo afectan las referencias que creamos a lo largo de la vida. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué nuestra imaginación excluía a los negros de campos de formación más prestigiosos como la economía, el derecho, la medicina y la ingeniería?

Cuando hablo de nuestra imaginación, pienso en mi generación, o en la generación descrita por Renato krausz como el que gira y se mueve pinta la cara. Porque parece que las cosas pueden empezar a cambiar, con un nuevo activismo que deja atrás a quienes persisten en envejecer o eligen dejarse tragar, sin piedad, por esta revolución tan bienvenida. “Los jóvenes quieren que los tomadores de decisiones políticos fomenten el consumo sostenible y penalicen la producción que no lo es”, dice la primera de una colección de 40 acciones y demandas presentadas por este nuevo grupo al Foro Económico Mundial.

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