¿Cómo reconstruir nuestra educación?

publicado en 20/05/2021 06:00

(crédito: Pref. Barueri)

La pandemia ha acelerado abrumadoras transformaciones sociales y económicas, causadas por los avances tecnológicos, que afectan a múltiples sectores de la economía: educación, salud, finanzas, transporte, energía, manufactura y otros. Se crean nuevos mercados, industrias y puestos de trabajo. Al igual que en las revoluciones industriales anteriores, estas transformaciones tienen el potencial de generar beneficios significativos, contribuyendo a una mayor prosperidad a largo plazo.

Además, los riesgos son considerables, especialmente en países que no pueden adaptar sus sistemas educativos al desarrollo de las habilidades necesarias para el futuro del trabajo y el aprendizaje permanente. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que alrededor del 14% de los empleos en sus países se automatizarán rápidamente y el 32% cambiará drásticamente por los avances tecnológicos. El McKinsey Global Institute ha demostrado que del 20 al 30% de la fuerza laboral en los Estados Unidos y Europa está en un trabajo independiente relacionado con los solicitantes.

Brasil está muy mal posicionado en este escenario. La productividad de los trabajadores es baja. Somos uno de los países más desiguales del mundo, socioeconómicamente y en términos de resultados educativos. Valoramos poco el esfuerzo, la investigación, la cultura y la educación. Y todavía vivimos en la peor crisis de nuestra historia con un gobierno incompetente y negacionista incapaz de crear una respuesta adecuada a la pandemia. En educación, las acciones son insignificantes y tienen un resultado desastroso.

Según Unicef, más de 5 millones de niños y adolescentes de 6 a 17 años en el país no tienen ningún tipo de acceso presencial o remoto a experiencias educativas durante la pandemia. El aprendizaje se está derrumbando, especialmente entre los más pobres, y las desigualdades están explotando. El Banco Mundial predice que el 70% de los estudiantes no podrán leer e interpretar textos apropiados para su edad. Corremos el riesgo de perder todos los avances de las últimas décadas en nuestros índices educativos.

Nuestra economía, nuestra productividad, nuestra salud y nuestra cohesión social dependen de una mejor valoración y priorización real de las inversiones en la transformación de los sistemas educativos. Inspirándonos en el SUS, necesitamos un sistema educativo único, que garantice infraestructura, tecnología, recursos humanos, capacitación y metodologías innovadoras para todos. Los municipios y los estados necesitarán apoyo federal. La acción positiva a favor de los más pobres será fundamental para corregir las desigualdades.

La educación de calidad requiere excelentes maestros, gerentes y otros profesionales de la educación. Es necesario incrementar el atractivo de las carreras y mejorar los modelos de selección, formación y motivación de los educadores. Un estudio de la OCDE ha demostrado que los salarios de los profesores de secundaria brasileños son los peores del mundo, con un salario promedio un 13% más bajo que en América Latina.

Existe una clara necesidad de capacitación en el diseño, implementación y uso de tecnologías de manera responsable y civilizada. Sin embargo, además de las habilidades digitales, las habilidades socioemocionales y esencialmente humanas (que difieren de un hombre a otro), las habilidades profesionales, así como valores como la ética y la solidaridad, deben desarrollarse con ‘interdisciplinariedad’. Los sistemas educativos deberán enseñar a los estudiantes a ejercer una ciudadanía comprometida, a enfrentar los desafíos de Dante desde múltiples perspectivas, a cultivar la creatividad, a participar en comunicaciones complejas con adaptaciones culturales y lingüísticas, actuando sobre valores morales, autónomos y críticos. Con la economía del conocimiento global y la rápida evolución de las habilidades humanas no automatizadas se han vuelto indispensables.

En un contexto de fuertes desigualdades educativas, el aprendizaje personalizado, mediado por la inteligencia artificial en plataformas adaptativas, será fundamental para diagnosticar el nivel de conocimientos de cada alumno y crear itinerarios individualizados. Deben emplearse metodologías activas para volver a alfabetizar a los analfabetos (reales y funcionales) y acelerar el aprendizaje. Un avance disruptivo sería reemplazar el concepto de falla por un sistema modular trimestral, con el uso de micro acreditaciones que se van a adquirir de acuerdo al desarrollo de habilidades por área de conocimiento.

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La reconstrucción de nuestra educación requiere una visión y un plan ambicioso; gestión comprometida y competente; alianzas público-privadas y con universidades para el financiamiento, investigación y desarrollo de políticas innovadoras. Países como Corea del Sur, Finlandia, Estonia y Vietnam han demostrado ser posibles. La educación es la única fuerza impulsora capaz de reducir las diferencias sociales, económicas, raciales y geográficas. A medida que cambian los mercados laborales, los sistemas educativos deben ser tan dinámicos y flexibles como las tecnologías que transforman la forma en que vivimos. Podemos responder a la urgente necesidad de esto trabajando en cooperación con líderes de todo el mundo para lograr la transformación de la educación brasileña. Depende de nosotros.

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