Han pasado 25 años desde que Portugal acogió en 1998 la Exposición Internacional de Lisboa (Expo-98), con el tema “Los océanos: un patrimonio para el futuro”. Visitada por más de 11 millones de personas, la Expo-98 probablemente sigue siendo el ejemplo más impactante de comunicación de las ciencias marinas en la historia portuguesa contemporánea, generando conciencia colectiva sobre la necesidad de preservar el océano junto con la definición de políticas científicas para el mar.
Precisamente en plena Expo-98, en una ceremonia muy publicitada, la Comisión Mundial Independiente de los Océanos (CMIO) presentó su informe El océano, nuestro futurodonde se lleva a cabo un análisis integral y orientado a la acción del océano, que sigue siendo una estrategia vigente de cara a los objetivos de desarrollo sostenible.
La institucionalización del 16 de noviembre como Día Marítimo Nacional, por Resolución del Consejo de Ministros n° 83/1998, aparece con un claro propósito político de consolidación y del tan deseado (y muchas veces referido por Mário Ruivo) regreso de Portugal al mar, precisamente en 1998, proclamado Año Internacional de los Océanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a sugerencia de la diplomacia portuguesa (en la que también intervino Mário Ruivo).
Con la debida y necesaria distancia histórica, 25 años después es posible mirar atrás a este período y darnos cuenta de que este enorme punto de inflexión para las ciencias marinas no se logró con iniciativas aisladas, sino a través de una visión de futuro compartida por el oceanógrafo Mário Ruivo y otros humanistas que, a mediados de los años 90, llevaron a la opinión pública y al ámbito político el debate en torno al océano como patrimonio de la humanidad. El caso del CMIO quizás sea interesante porque fue sin duda uno de los frentes que permitió, en 1998, devolver el océano a la humanidad.
Fundada en 1995 –con el aval de la UNESCO y con sede en Portugal, bajo la presidencia de Mario Soares y coordinación de Mário Ruivo –, la CMIO marcó un hito histórico en términos de cooperación, movilización transnacional y conciencia pública sobre el océano. La ruptura con el pasado y el espíritu pionero que caracterizó a esta comisión se explica por la trayectoria profesional, la capacidad de soñar e incluso cierta rebeldía, de sus miembros (políticos, científicos, tecnólogos, periodistas, activistas), rompiendo muchas veces con políticas institucionales obsoletas. , pero también por una capacidad innata para comunicarse y moverse dentro de los ámbitos diplomáticos.
En los primeros días de Internet, este comité dedicó uno de sus seis grupos de trabajo únicamente a temas de concientización y participación pública, reflexionando sobre la importancia del simbolismo de hacer del “Océano” un tema y de que las personas se sintieran conectadas, aplicándose a viejo dicho de que sólo protegemos lo que sabemos.
El informe «El océano, nuestro futuro“parece adelantada a su tiempo y, a pesar de defender una línea de pensamiento casi utópica, aboga por una visión holística y multisectorial del océano, basada en el diálogo entre partes y apoyada en la ciencia y la tecnología, capaz de responder colectivamente a los grandes desafíos globales, como cambio climático y exploración de aguas profundas.
Como defendió la CMIO hace 25 años, por su tamaño y complejidad, estos problemas no pueden resolverse en sistemas puramente tecnológicos o jurídicos, requiriendo un cambio de comportamiento colectivo, que sólo puede lograrse con una conexión social natural y mejor con el océano. . Ahora bien, fue precisamente esta conexión y visibilidad la que trajo la Expo-98, curada científicamente por Mário Ruivo.
Si bien no es posible determinar si se debió a la influencia de la CMIO, de la Expo-98 o incluso del propio Año Internacional de los Océanos, es innegable que la visión holística e intersectorial de las instituciones, y basada en el diálogo, que Mário Ruivo siempre ha defendido, impulsado una serie de conferencias, iniciativas centradas en los océanos y de concienciación medioambiental. oh redes y hoy en día se fomentan fuertemente los mecanismos de colaboración entre instituciones y la sociedad civil, a menudo representadas por organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientales o movimientos ciudadanos, incluso a través de programas de financiación. Aparecieron centros de investigación científica multipolares, con implantación territorial, con enfoque interdisciplinario de problemas y desafíos, aprovechando recursos humanos y materiales, que de alguna manera justifican la calidad científica internacionalmente reconocida producida en Portugal, en las ciencias marinas.
Nos beneficiamos de más museos y exposiciones integrados en espacios urbanos remodelados, y el valor que aportan los museos marítimos modernos y las actividades educativas es inestimable. las manos en implicar. En este sentido, es justo decir que Portugal, en los últimos años, ha sido innovador en la promoción de la alfabetización sobre los océanos entre los grupos de edad más jóvenes (a través de herramientas como el Kit de mar y el proyecto Escola Azul).
Aun así, Portugal sigue guiándose por una relación oscilante con el océano, con políticas que a veces se acercan y otras se alejan. En un momento en el que se habla tanto de sensibilización, participación pública y alfabetización oceánica, y con los objetivos de sostenibilidad 2030 lejos de alcanzarse, es importante recuperar la reflexión realizada en su momento, fomentando el debate sobre la importancia de comunicar e involucrar. diferentes personas y públicos objetivo, de forma clara, veraz y no alarmista y asumiendo la incertidumbre como parte del proceso científico. ¿Realmente estamos comunicando sobre el océano de forma honesta, transparente y accesible para todos? ¿Estamos todos alineados con la importancia estratégica que tiene el mar para nosotros, como pueblo, y para nuestra propia supervivencia, como especie?
Es cierto que hoy las ciencias marinas ya tienen a su disposición importantes herramientas tecnológicas que permiten, más que nunca, explorar, comprender y difundir el océano, con mucho menos riesgo para los propios investigadores, cada vez es más importante que los científicos sean capaces de no sólo proporcionando la mejor información disponible sobre la explotación de los recursos marinos pero también asumiendo sus incertidumbres.
Como ya recomienda el informe de la CMIO, la incertidumbre forma parte de la ciencia, pero no puede ser un argumento que haga inviable actuar y por eso es importante que el Día Marítimo Nacional y el Día Mundial de los Océanos (8 de junio) sirvan para transmitir también este mensaje a la comunidad científica y a los tomadores de decisiones, que se han beneficiado poco de las acciones de alfabetización oceánica.
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