Una especie australiana de araña de tela en embudo produce diferentes toxinas según sus contextos emocionales y físicos. Así lo indica un grupo de científicos del país, que en mayo dio a conocer los resultados de su investigación en la revista científica PLOS ONE.
El nuevo análisis indica que los latidos del corazón y el estrés pueden afectar directamente la proporción de sustancias químicas en las puntas de un arácnido irritado. Los venenos de estas especies son mezclas complejas y se utilizan en la producción de diversos compuestos como pesticidas naturales y medicamentos. Al comprender más acerca de la potencia de la toxina, se pueden mejorar los procesos de extracción.
La primera depredación simulada, donde los científicos imitaron ataques con bocanadas de aire y ligeros empujones con pinzas. El segundo implicó dejar cerca otra araña de la misma especie. El tercero fue la exploración de nuevos territorios.
Durante las etapas, el latido del corazón fue monitoreado con un monitor láser, lo que permitió una estimación de su valor metabólico. “Recolectamos el veneno y lo analizamos con un espectrómetro de masas”, dijo Linda Duran.
Para la mayoría de las especies analizadas, no hubo asociación entre el comportamiento, la frecuencia cardíaca y la composición del veneno. La excepción fue Hadronyche valida, que varía la estructura de su toxina.
Existe la sugerencia de que las asociaciones entre la composición del veneno y los factores físicos demostrados que generaron la variación son específicas de la especie, pero que en otras circunstancias pueden ocurrir cambios en otras arañas. “Todavía no sabemos cuáles son las posibles asociaciones para las otras especies”, dice Science Alert.
Los científicos también han descubierto que las arañas enojadas tienen costos metabólicos más altos para producir veneno y mostrar un comportamiento agresivo. El grupo de Hernández sugiere que existen compensaciones energéticas realizadas por arácnidos aún por descubrir.
“Mostramos por primera vez cómo los componentes específicos del veneno están asociados con un comportamiento particular y variaciones fisiológicas y demostramos que estas relaciones dependen del contexto”, dice Linda Hernández.
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