En el siglo VI a. C., el filósofo griego Pitágoras de Samos pasó por el taller de un herrero cuando notó que el golpeteo de los martillos sobre un yunque mostraba una relación matemática entre los sonidos emitidos y el peso de los objetos. A partir de ahí, formuló la teoría basada en la idea de que los números son la esencia de todo, incluida la música. Genios como el compositor alemán Johann Sebastian Bach demostraron la notable simetría entre la información numérica y las sonatas y conciertos. Desde entonces, la ciencia ha sabido que la capacidad de crear o producir sonidos únicos está vinculada a una especie de habilidad cerebral superior.
Más recientemente, la cultura pop ha reforzado esta perspectiva. El guitarrista de Queen Brian May es un Ph.D. en astronomía Líder de la banda Offspring, Dexter Holland tiene una maestría en biología molecular. Ahora, una nueva investigación ha descubierto algo aún más extraordinario: incluso las personas que solo tocaron instrumentos en la infancia o la juventud conservaron las cualidades cognitivas que despierta la música a lo largo de sus vidas, llevándolas hasta la madurez.
Investigadores de la Universidad de Edimburgo en Escocia llegaron a esta conclusión después de administrar una serie de pruebas mentales a 366 personas mayores. Curiosamente, habían participado en otro experimento en el lejano año de 1947, cuando el gobierno escocés decidió evaluar “los niveles de inteligencia” de sus alumnos. Entre los analizados, 117 tuvieron alguna experiencia musical en la infancia. El resultado sorprendió a los científicos. Al comparar las dos pruebas separadas por décadas, notaron que los músicos repetían, en la vejez, el buen desempeño obtenido en el pasado lejano. Todos los que tocaban instrumentos, desde pianos hasta violines, desde flautas hasta trompetas, tenían una mayor velocidad de pensamiento, una mejor conciencia espacial y facilidad para resolver ecuaciones matemáticas. En resumen: los músicos demostraron una agilidad mental por encima de los demás. «Descubrimos que las actividades mentalmente desafiantes, como tocar un instrumento, están asociadas con mejores habilidades cognitivas», dice la antropóloga Judith Okely, una de las autoras del estudio.
Destaca otro aspecto loable de la formación musical. Ese tipo de conocimiento persiste durante toda la vida, incluso para aquellos que nunca vuelven a tocar una guitarra. Además, las habilidades cognitivas fueron mayores en los ancianos que nunca abandonaron el instrumento, por lo tanto, la música trae recompensas adicionales dependiendo de la excelencia del individuo. Para alguien como el violinista brasileño Guido Sant’Anna, un genio precoz con apenas 17 años que ganó hace unos días el Premio Internacional Fritz Kreisler, uno de los más reconocidos en el mundo, significa que su destreza con el instrumento seguramente deja como legado habilidades mentales que te acompañarán a lo largo de tu vida.
No es nuevo que la ciencia se dedique a investigar el poder de la música en el cerebro humano. Según la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, al menos 21 estudios han confirmado en los últimos años que tocar instrumentos vigoriza la memoria. Uno de los trabajos más influyentes fue realizado por la Universidad Heinrich Heine en Düsseldorf, Alemania. Los científicos han descubierto que los músicos tienen un lóbulo temporal izquierdo del cerebro más grande que otras personas. El hemisferio izquierdo, recordemos, está asociado a funciones analíticas, por lo que está más desarrollado en personas que realizan actividades como las matemáticas y otras ciencias exactas. Tocar instrumentos no es solo una expresión artística valiosa. También representa la oportunidad de mantener una mente aguda a cualquier edad.
Publicado en VEJA del 5 de octubre de 2022, edición #2809
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