La “economía de la complejidad” puede orientar la nueva política industrial

La “economía de la complejidad” puede orientar la nueva política industrial

Queríamos a Steve Jobs, terminamos con Joesley. El sueño de las empresas innovadoras, líderes en el desarrollo nacional y de fama mundial, era la aspiración de la política industrial.

Es el conjunto de incentivos que otorga el Estado a sectores específicos de la comunidad empresarial, dada la evaluación de que el resultado será positivo para la comunidad. Después de Dilma, la política industrial se secó, pero ahora el gobierno electo ha prometido reactivarla. ¿Como hacer?

El gimnasio ofrece una posible salida. Ampliamente difundido en los últimos años, el campo conocido como «economía de la complejidad» sostiene que la estructura productiva de un país determinaría de hecho su crecimiento de manera causal. Se aleja de la ortodoxia en este sentido, pero, debido a un mayor énfasis en los datos y la computación, tampoco se acerca a la heterodoxia.

No esperaría obligar a la fabricación de iPhone a la frontera de la soja. Por eso se han utilizado frases como «diversificación inteligente» Fotografía: Taba Benedicto/Estado

Habiendo mapeado las relaciones entre todos los productos de la economía mundial, en la tesis de la complejidad sería posible que un país dirija sus esfuerzos a mejorar su estructura productiva. Los gerentes podrían ver dónde está esta estructura hoy, qué tan lejos está de los productos que generan el mayor crecimiento y cómo llegar allí, basándose en lo que el país ya sabe cómo hacer hoy, no en conjeturas. El Harvard Complexity Atlas and Observatory (anteriormente MIT) pone estos mapas en línea.

Para los detractores de la vieja política industrial, el Estado no sería capaz de adivinar cuáles son los sectores más pujantes de la economía. Y, al poder elegir ganadores y perdedores, se abrirían las puertas a la corrupción oa favorecer a los amigos.

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Una “estrategia de complejidad” ayudaría entonces a proporcionar criterios para la política industrial, como un medio para salvaguardar la discrecionalidad excesiva de los gobiernos. Sólo podrían beneficiarse de ella los sectores que, según los datos, son de hecho más “complejos” de lo normal, y que encajan en una trayectoria entre la estructura productiva actual y la estructura productiva “ideal” deseada.

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Este mejoramiento sería gradual, a partir de áreas en las que el país ya tiene ventajas comparativas, y no a pasos agigantados. No esperaría obligar a la fabricación de iPhone a la frontera de la soja. Por eso se han utilizado términos como “diversificación inteligente”.

Algunas publicaciones asocian sectores más complejos, más intensivos en conocimiento, con menos desigualdad y menos destrucción ambiental. Por lo tanto, el enfoque está en línea con los objetivos del nuevo gobierno y puede aliviar el trauma de los ciclos anteriores de expansión de la política industrial.

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