Los (malos) humores de António Costa…

Los (malos) humores de António Costa…










De innegable creatividad política e indisponibilidad de las arcas del Tesoro, el presidente del Gobierno dejó de lado la desgracia de tener su garaje inundado, sin mayores desperfectos, para anunciar, en una entrevista hecha a medida, el ‘aguinaldo’ de 240 euros, en forma de limosna para un millón de familias “más vulnerables”, es decir en situación de pobreza.

Gracias a este gesto caritativo, António Costa logró la hazaña de centrar la atención de los medios en sí mismo, dejando a Marcelo, Moedas y algunos de sus subordinados la carga de visitar los territorios más afectados por las inundaciones, después del llamado «convoy de tormenta».

En el camino, incluso pudo mostrarse poco elegante con Carlos Moedas, porque éste no lo llamó para preguntarle por el estado del garaje, disculpándose luego por su amargura, al darse cuenta de que había ido demasiado lejos.

Las desgracias de Lisboa ni siquiera le valieron al presidente del Gobierno yendo al campo, porque no tiene el «don de la ubicuidad», quizás porque sigue pensando, como en 2014, cuando achacó las inundaciones a los caprichos de São Pedro, dando él «un estado de inmunidad por encima de la responsabilidad». Era alcalde en ese momento y dijo, en broma y con indiferencia, la frase que el líder de la Cámara de Iniciativa Liberal hizo bien en recordar.

En cambio, tuvo tiempo de jactarse de los logros del gobierno en una entrevista de prêt-à-porter en la revista Visão (en una pose majestuosa en la portada…) y de tratar, con desdén y arrogancia, los «algunos chillidos » de los liberales.

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En los pasillos del poder, desde el ayuntamiento hasta el palacio de São Bento, se dice que son famosos los arranques de mal genio de António Costa, lo que contradice la versión risueña y bonachona que cultiva en público, con los televisores de proximidad.

Aun así, algunos creyentes se han quedado desconcertados, incluidos algunos de sus correligionarios más cercanos, por el tono cortante de Costa y las recientes derivas «irritables», en declaraciones mordaces o en el parlamento gruñendo a la oposición, especialmente de derecha, desde que el partido liberal Iniciativa en Chega y hasta en el PSD, ahora más intervencionista, ya que Luís Montenegro sustituyó la pasividad cómplice de Rui Rio.

En la práctica, lo que vemos –nueve meses después de que la “taluda” de la mayoría absoluta de la última “lotería electoral” fuera al PS– es que ese inesperado consuelo, “caído del cielo”, sirve a los socialistas, para apoderarse de la aparato estatal, más rápidamente, mientras se desvirtúa el servicio civil, y se acentúa la dependencia de muchas personas, que ven en el Estado el último apoyo para salir de la pobreza.

De hecho, hay dos países desiguales, una división que
la pandemia se ha agravado, mientras el presidente del Gobierno “se cree demasiado grande para el país” (léase Ana Gomes…).

Por un lado, los 4,4 millones de portugueses que viven por debajo o en el umbral de la pobreza, para los que cualquier cheque es providencial y bienvenido; y por otro lado, está el país que viaja, vende hoteles y restaurantes, compra coches nuevos y viste bien, aunque no sea de la familia de los «queques» que tanto molesta a Antonio Costa.

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Dada esta asimetría, no es de extrañar que Irlanda nos haya superado durante mucho tiempo y ahora sea reconocida como una isla de prosperidad, al tiempo que incluye a los recién llegados a la Unión que han aprendido de Dublín y han «estafado» en términos de crecimiento del PIB.

En 20 años de gobernabilidad socialista, el país ha caminado con “pie cojo”, desde Guterres y Sócrates, hasta la nueva mayoría de António Costa, siguiendo fielmente la misma receta, con un marketing político descarado.

El estancamiento económico, responsable de la extensa mancha de pobreza -aquella que es muy explícita en las ayudas básicas del Banco de Alimentos-, contamina y debilita la democracia, en vísperas de cumplir medio siglo, con gran refuerzo de las circunstancias.

Desgraciadamente, el Gobierno -cansado prematuramente de asuntos que el Primer Ministro desvaloriza como si fueran inútiles- no es contrarrestado por el Presidente de la República, quien, en este segundo mandato, ha prolongado la exuberancia libre de palabra y ha enviado la sustancia. «a los malvas».

Eso sí, los humoristas de turno ya lo han notado y han convertido a Marcelo en el «bimbo de la fiesta», con Ricardo Araújo Pereira en primera línea.

Para disgusto de los portugueses, el presidente ha decidido pasar a la historia como «comentarista» y ancla del gobierno, destrozando el poder simbólico y el prestigio de Belém, abusando de los micrófonos y cámaras que lo siguen allá donde va, con placer del objetivo.

Si el Gobierno no cae desde dentro, obligando a Marcelo a actuar a regañadientes, el Presidente y el Primer Ministro seguirán desempeñando, a dúo, el papel de ‘Senhor Feliz’ y ‘Senhor Contente’…

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De todos modos, ¡felices vacaciones, querido lector!



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