Las momias de chinchorro, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en julio de 2021, son las más antiguas del mundo. Aunque con marcadas diferencias con los egipcios, que desarrollaron la momificación unos 2.000 años después, también demuestran el dominio avanzado del cuerpo humano por parte de uno de los pueblos más primitivos registrados.
Además, también muestran una relación especial con los muertos, especialmente con los niños. Los científicos han encontrado decenas de cuerpos momificados de niños, fetos y embriones.
«Hay algo muy excepcional en los niños. Se les cuida muy bien», dijo a la AFP Mariela Santos, jefa de conservación de los museos de Tarapacá, en la ciudad de Arica, 2.000 kilómetros al norte de Santiago.
“Los niños están protegidos. Cuando están en la tumba, están sobre el pecho de las mujeres, están sobre los hombros de las mujeres, como si estuvieran abrigados”, agrega la experta.
En 2005, el antropólogo chileno Bernardo Arriaza lanzó una teoría para explicar la momificación de los niños en la cultura Chinchorro: la «hipótesis del hidroarsenicismo».
En la zona donde vivían, los niveles de arsénico en el agua eran muy altos, lo que podría haber causado nacimientos prematuros y una alta mortalidad infantil. Según esta premisa, la momificación sería una respuesta emocional de los padres al dolor de estas pérdidas.
Diferentes tipos de momias
La cultura Chinchorro habitó la costa norte de Chile y parte del sur de Perú hace más de 7.000 años, en el desierto de Atacama, el más árido del mundo. Eran cazadores y pescadores.
Las primeras investigaciones datan de principios del siglo XX, pero no fue hasta la década de 1980 que se descubrió uno de los sitios arqueológicos más importantes, en las faldas del Morro de Arica, donde se encontraron alrededor de un centenar de cadáveres.
Debido a la edad, no fue posible extraer ADN de los cuerpos, lo que dificulta profundizar en el conocimiento de esta cultura.
No hay registro de tradición oral o cronología exacta para determinar qué momias son las más antiguas. Los científicos solo saben que hay diferentes grupos y el sistema no se usaba solo para jerarquías (reyes o faraones) como en otras culturas.
«La momificación no era para todos», explica Santos. Y sin embargo “hay algo que no sabemos, porque hay personas que no han sido afectadas, han sido enterradas y momificadas naturalmente por el clima (desértico) y otras que han sido cuidadas [como múmias] (…) pero están todos juntos”.
Eran niños, mujeres y hombres de diferentes edades. Y había diferentes formas de preparar los cuerpos.
En algunos casos, los cuerpos fueron eviscerados pero dejaron la estructura ósea, que luego fue fijada con madera. Luego se esculpía el cuerpo con arcilla, que en algunos casos se pintaba con pigmento de óxido de manganeso. Se colocó una especie de máscara sobre sus rostros.
En otros casos, los cuerpos fueron eviscerados mediante escisiones más precisas, luego rellenados con diferentes elementos, pero dejando la piel y la estructura de los individuos.
En algunos cuerpos, también se han agregado mechones cortos de cabello negro en el cuero cabelludo.
Además de los métodos de momificación, los científicos quedaron sorprendidos por la relación de estas personas con sus muertos.
“La idea era que las momias siguieran acompañando a las familias. El cuerpo no fue enterrado, sino que fue transportado con ellos”, explica a Arica Valeska Laborde, jefa de Cultura y Patrimonio del municipio de Camarones.
Santos dice, a su vez, que la momificación debió tener un «enorme potencial ideológico».
“No está claro qué rituales, qué música, qué sonidos estaban usando en ese momento, que debe haber sido mucho dolor, pero también mucha esperanza, para sostener los cuerpos durante tanto tiempo”, dice.
Para continuar con las investigaciones, el gobierno de Arica y Parinacota anunció la construcción de un museo que exhibirá y preservará más de 2.500 piezas arqueológicas y etnográficas de la cultura Chinchorro.
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