Por más ciencia en los informes de sostenibilidad

Por más ciencia en los informes de sostenibilidad

Medio ambiente, sostenibilidad, gobernanza. Reunidos bajo el acrónimo inglés ESG, estos conceptos han arrasado en el mundo empresarial en los últimos años. Hoy en día, prácticamente ninguna gran empresa del planeta no se preocupa -o deja de fingir que se preocupa- por ellos. Pero, más allá del problema de la llamada lavado verde (exagerando o mintiendo al comunicar sus esfuerzos ambientales para mejorar su imagen o reputación ante el público), incluso las corporaciones verdaderamente involucradas en proyectos para hacer sus operaciones más sostenibles o compensar los impactos, enfrentan el desafío de monitorear, medir y reportar el verdadero impacto ambiental y beneficios socioeconómicos obtenidos.

Por ello, un grupo internacional de investigadores publicado este jueves7 de septiembre, en la prestigiosa revista Cienciaun texto de discusión en el que propone parámetros más completos y científicos para monitorear y elaborar informes sobre iniciativas de restauración de ecosistemas -como promesas de plantar millones de árboles, o recuperar manglares, arrecifes de coral, etc.- patrocinadas por empresas dentro de sus políticas ESG .

Para ello, científicos liderados por Timothy Lamont, de la Universidad de Lancaster, Reino Unido, analizaron primero los informes de sostenibilidad publicados por cien de las mayores multinacionales del mundo distribuidas en grupos de diez, dentro de diez sectores: consumo básico; consumo discrecional; energía; financiero; salud; bienes industriales; materias primas; tecnología; telecomunicaciones; y servicios públicos. De ellos, 66 tenían proyectos de restauración de ecosistemas, con mayor proporción en los sectores de energía y materias primas, con nueve empresas cada uno. Entre los sesenta y seis, 44 informaron el número de árboles plantados o el área cubierta por los proyectos de restauración, 12 el presupuesto invertido o el costo de los proyectos y 34 mencionaron actividades de monitoreo ecológico, pero sólo cuatro los resultados de este monitoreo. Además, ninguno de los cien informes incluía ninguna medición de los impactos sociales o económicos de los proyectos en las poblaciones locales.

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«Esta falta casi total de transparencia en los informes tanto desde el punto de vista ecológico como socioeconómico hace que no haya forma de cuantificar la restauración que se está llevando a cabo, ni de confirmar que sus resultados son efectivamente beneficiosos», critican los autores en el texto. «En resumen, la base de evidencia que respalda las afirmaciones de las grandes corporaciones sobre la restauración de los ecosistemas es completamente insuficiente».

Así, los investigadores sostienen que el seguimiento y la evaluación de los proyectos pueden mejorarse si las grandes corporaciones adoptan principios básicos de la ciencia de la restauración de ecosistemas al preparar sus informes. Citan como ejemplo estándar de Iniciativa de Informes Globales (GRI) – organización dedicada a ayudar a las empresas a reconocer sus impactos ambientales y comunicar al público sus acciones en el área – sobre el tema, adoptado por más de dos tercios de las multinacionales analizadas. Según ellos, dados los parámetros actuales, los informes se centran en mitigar impactos operacionales y se limitan a documentar el área espacial de los proyectos, sin el detalle necesario para evaluar sus efectos sobre los ecosistemas y la socioeconomía.

Siete principios científicos

De esta forma, los científicos defienden la adopción de siete principios para monitorear e informar las diferentes etapas de los proyectos de restauración que permitirían una visión más realista de la escala y los impactos, además de estimular mejoras en su estructuración, implementación y medición. En el caso de estructurar o diseñar proyectos, el primer principio es una “jerarquía de mitigación”. Según ellos, dado que restaurar ambientes degradados es menos efectivo que conservar ecosistemas intactos, las empresas deberían priorizar sus esfuerzos y centrar sus informes en la preservación de los hábitats existentes, como precursores de proyectos de restauración. También en la planificación de proyectos, otro principio se refiere a la «gobernanza inclusiva», según la cual las empresas deben trabajar junto con los actores y tomadores de decisiones locales en su estructuración, con informes que destacan estas asociaciones con un enfoque en el empoderamiento de las comunidades y poblaciones tradicionales.

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En la etapa de implementación del proyecto, el primer principio implica el concepto de «permanencia», según el cual los proyectos deben tener una perspectiva de impacto a largo plazo. Así, los informes deben informar durante cuántos años la empresa se compromete a mantener y monitorear las iniciativas citadas, así como las tasas de supervivencia y duración de proyectos anteriores. El segundo principio en esta etapa es el de «proporcionalidad», en el que los proyectos de restauración deben ser proporcionales al daño ambiental causado por las operaciones de la empresa, con informes que informen el área y/o presupuesto invertido y muestren la extensión del trabajo realizado.

Finalmente, tres principios están relacionados con la medición y evaluación de resultados. El primero está relacionado con el monitoreo y la transparencia, según el cual las empresas que reportan patrocinar la restauración de ecosistemas deben demostrar que sus iniciativas están teniendo los impactos ecológicos deseados. Además, los proyectos deben tener objetivos de restauración específicos y un seguimiento periódico del progreso, basado en datos ecológicos cuantitativos que deben publicarse en informes de libre acceso.

El segundo principio en esta etapa tiene como objeto los «beneficios externos» de los proyectos, que van más allá de la restauración de los ecosistemas objetivo. Ejemplos de estas externalidades son las mejoras en la calidad de vida de las poblaciones locales, la participación de las comunidades en proyectos, la educación, la investigación, la formación y la cualificación de las personas. Al cerrar las recomendaciones, los investigadores destacan la importancia de que los proyectos adopten un «ecosistema de referencia». Según ellos, dado que en muchos casos las zonas objetivo de los proyectos ya han sufrido muchos cambios ambientales o están tan degradadas que no es posible saber cómo eran antes de los impactos de la acción humana, estos «ecosistemas de referencia» pueden ayudar a guiar los esfuerzos para repoblar estos lugares con especies adecuadas que sean resilientes a las amenazas actuales y futuras.

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El desafío de la transparencia

Cada vez más empresas, especialmente las grandes multinacionales, ven que la preservación del medio ambiente y la sostenibilidad no sólo son buenas para los negocios, sino que pueden ser grandes negocios. Después de todo, además de garantizar recursos naturales y servicios ambientales esenciales para el mantenimiento de sus operaciones, pueden traer beneficios financieros, como reducción de costos y aumento de eficiencia e imagen. Sin embargo, para que esto suceda es fundamental que estructuren, implementen y comuniquen sus proyectos de restauración con transparencia y credibilidad, afirman los investigadores.

«Las empresas ya tienen fuertes incentivos para mostrar el valor de sus iniciativas de restauración, y fortalecer y mejorar los estándares de presentación de informes puede ayudar a lograr esta rendición de cuentas de manera más eficiente», concluyen. «Si se gestionan juiciosamente con informes transparentes, las corporaciones más grandes del mundo pueden hacer avanzar en gran medida la restauración de los ecosistemas, proporcionar una base de evidencia sobre la cual otros puedan aprender y construir, y obtener reconocimiento público por sus esfuerzos. Por otro lado, los informes inadecuados de estas organizaciones socavan su rendición de cuentas de manera que amenacen la credibilidad del movimiento global para restaurar los ecosistemas, exacerben el daño ambiental y generen injusticia social”.

Cesar Baima es periodista y editor asistente de la Revista Questão de Ciência

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