¿Por qué la Tierra y otras cosas en el espacio son redondas?

¿Por qué la Tierra y otras cosas en el espacio son redondas?

Cuando miramos al espacio con un telescopio, nos encontramos con un patrón muy inusual. La gran mayoría de los cuerpos celestes tienen forma esférica. Pero, ¿por qué ocurre esto?

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Para entender por qué la Tierra es redonda debemos fijarnos en ella: la gravedad. Como nos presenta la teoría, la gravedad es una fuerza de atracción mutua que se produce entre todas las partículas con masa del Universo.

Esta fuerza es proporcional a la masa de las partículas y disminuye con la distancia entre ellas, siguiendo las leyes establecidas por Isaac Newton y posteriormente refinadas por la teoría de la relatividad de Einstein. La gravedad juega un papel fundamental en la formación y evolución de las estructuras cósmicas, influyendo desde el movimiento de los planetas hasta la dinámica de las galaxias.

Por tanto, la gravedad también actúa para formar los cuerpos celestes. El gran patrón esférico que se ve en tantos objetos en el espacio es el resultado de la autogravedad, la fuerza que un objeto ejerce sobre sí mismo. Cuando un planeta o una luna acumula suficiente masa, su propia gravedad actúa como un imán, dándole forma de esfera.

La aparición de este fenómeno nos remonta al Big Bang, hace unos 13.800 millones de años. Poco después de la explosión, grandes nubes de partículas de polvo y gases comenzaron a chocar. Cuando estas colisiones eran suaves, las partículas se fusionaban formando un efecto de bola de nieve.

Cuanta más masa aglomerada, más fuerte será la gravedad de ese cuerpo, y cuanto mayor sea la gravedad, mayor será la capacidad de atraer aún más materia hacia sí mismo.

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Pero la gravedad atrae toda la materia hacia el punto de mayor densidad del cuerpo. Este centro de gravedad actúa para atraer partículas desde todas direcciones y distribuidas por su superficie. Esta distribución equilibrada actúa en la formación esférica de los cuerpos celestes. A medida que cada punto busca el punto más cercano al centro, todos tienden a alinearse uno al lado del otro, dando como resultado la forma redonda que tenemos en la Tierra y otros planetas.

Mercurio, al igual que la Tierra redonda, tiene forma esférica.
Divulgación: NASA

En nuestro Sistema Solar, Mercurio es un gran ejemplo de cómo ocurre esta formación. Debido a que tiene una rotación más lenta, el pequeño planeta rocoso tiene una elevación diminuta, siendo su punto más alto una montaña de 4 kilómetros de altura. Asimismo, los planetas de hielo adoptan formas casi perfectamente redondas, con sus capas distribuidas uniformemente.

Sin embargo, la forma perfectamente esférica no es la norma en los planetas. Los gigantes gaseosos como Júpiter y Saturno giran a velocidades muy altas. Al estar formados básicamente por gases, los gigantes gaseosos son esferas aplanadas en los extremos. Debido a la fuerza centrífuga cercana al ecuador que arroja partículas a puntos más alejados del centro. Saturno, por ejemplo, es comparable a una pelota de baloncesto con alguien sentado sobre ella.

Ni siquiera nuestro planeta puede escapar a las deformaciones provocadas por las fuerzas de rotación. El punto más alto de nuestro planeta, el Monte Everest, representa un pequeño saliente de menos del 1% respecto a toda nuestra superficie. Debido a la fuerza centrífuga, la Tierra no es exactamente redonda, se considera achatada, es decir, una esfera ligeramente aplanada.

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Pero a pesar de la profusión de esferas en el universo, cuerpos como asteroides, cometas y lunas irregulares desafían esta tendencia. La explicación reside en la menor masa de estos cuerpos, insuficiente para estandarizar su forma. Por tanto, podemos considerar que ser redondo en el espacio es algo de gente grande.

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