Frente al abandono radical en Dios, a la descentralización total, a la abnegación absoluta, al vaciamiento de sí mismo, nuestro corazón debe aprender la lección del amor y modelarse según el Crucificado.
Padre César Augusto, SJ – Vatican News
Si hay una imagen de Jesús que me gusta mucho es la del Señor crucificado. Lo veo como el mayor símbolo de nuestra fe y el signo más explícito del amor de Dios por nosotros. Es imagen de un abandono radical al Padre, por amor.
Por otro lado, nos preocupa cuando algunos cristianos dicen que la imagen del crucificado les impacta y que no se debe exponer ella, sino la del Señor resucitado. Es verdad, el Cristo resucitado es la última palabra.
En el Evangelio de este domingo, el Señor nos dice que debe resucitar, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Le recuerda a Nicodemo el episodio del desierto donde, bajo la dirección de Dios, Moisés levantó un poste del que colgaba una serpiente de bronce. Todo aquel que haya sido mordido por una serpiente debería mirar la de bronce y sería sanado.
Todos los que estamos en el Cielo hemos sido mordidos por la serpiente del egoísmo, del egocentrismo y de todo mal. Para nuestra curación, debemos mirar con fe al Crucificado, mayor testimonio del amor del Padre por nosotros, como fuente de vida, de reconciliación y de paz. Frente al abandono radical en Dios, a la descentralización total, a la abnegación absoluta, al vaciamiento de sí mismo, nuestro corazón debe aprender la lección del amor y modelarse según el Crucificado.
Queridos hermanos, oyentes de Radio Vaticano, cuando nos exponemos al sol, no hacemos nada, simplemente dejamos que su luz nos traiga los beneficios que nuestro cuerpo necesita. Nuestra vida espiritual y, por qué no decirlo, nuestra madurez psicoafectiva nos obliga a fijar la mirada en la imagen de Cristo crucificado, signo mayor de liberación, madurez y abandono por el amor.
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