El número de desempleados en el país sigue siendo alto, cerca de los 15 millones, un ejército de reserva muy grande que constituye un escenario preocupante. Como muestran los datos difundidos por el IBGE, el 30 de julio la tasa de paro del trimestre finalizado en mayo era del 14,6%, lo que representa un contingente de 14,8 millones de personas.
Según una encuesta de Datafolha, el 45% de los brasileños se encontró en una situación financiera más difícil después de la crisis de salud, que provocó un aumento del desempleo y la erosión de los ingresos de muchas familias.
Antes de la pandemia de Covid-19, la economía brasileña ya sufría de un número muy alto de desempleados. De hecho, el proceso pandémico solo ha puesto de manifiesto los graves problemas estructurales de nuestro tejido económico.
La lista de demandas incluye la urgencia de la reforma tributaria, la igualmente inmediata necesidad de avanzar más en la reforma laboral y redimensionar el estado brasileño y, finalmente, la necesidad de aumentar la cobertura de vacuna al 70% de la población. Estos son los factores que ahora definirán el número de parados.
Esta última medida, la cobertura de vacunación, es muy importante y decisiva para que podamos impulsar aún más el motor de la economía, que ya está mostrando una clara recuperación.
Evidentemente, el próximo año, tras superar la crisis provocada por la pandemia, los especialistas en desempleo apuntan a una reducción de 14 a 10 millones, lo que sigue siendo una cifra muy alta para un tejido social ya plagado de escollos.
Pero la reducción más significativa de esta gigantesca cifra debería ser directamente proporcional a dos vectores: la recuperación de la economía mundial del flagelo del coronavirus y la reforma del estado brasileño, que definirá los cambios estructurales de la economía.
Estos dos elementos, que constituyen fuerzas, respectivamente, exógenas y endógenas a la economía nacional, definirán la capacidad de integración profesional en los próximos años.
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