un bosquejo de nuestro futuro nuclear

Cuando llegue 2035, Alberto Loarte ya tendrá 71 años, superando la edad normal de jubilación. Y nada garantiza que vaya a cumplir su principal misión como director de la División Científica del Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER), en construcción desde 2007 en las cercanías de Bouches-du-Rhône, en el sur de Francia. Concebido y diseñado desde la década de 1990, el futuro reactor encierra tanto complejidad como ambición, y por eso todavía tiene los contornos de una quimera. ¿Logrará finalmente la humanidad producir más energía de la que se gasta a través de un proceso de fusión nuclear, que hace que los átomos choquen para producir calor y accionar una turbina para producir energía?

Sobre el papel todo es más fácil: “El plan inicial preveía las primeras pruebas a finales de esta década, teniendo en cuenta que el reactor aún está en construcción. Pero cuando empezamos a montar componentes nos encontramos con dificultades técnicas”, reconoce el científico español que lidera la ciencia en el ITER. En el circuito, hay quienes vaticinan que el inicio de operaciones, que en su día estaba previsto para 2035, debería deslizarse hacia finales de esa década: “Ahora mismo, para ser sinceros, no sabemos cuándo será”, explica Loarte.

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