El Pasaje Drake, una vía fluvial de 600 millas de ancho que conecta los océanos Atlántico y Pacífico, es conocido como el “estrecho más peligroso del mundo”. Ubicada al norte de la Península Antártica, esta peligrosa región es responsable de aproximadamente 800 naufragios a lo largo de los años, lo que resultó en la pérdida de cientos de vidas.
La gravedad de la situación en el Pasaje Drake significa que los cruceros evitan esta ruta siempre que sea posible. Pero los mares no son los únicos con zonas peligrosas. En el aire hay una región equivalente que los pilotos también evitan: la meseta tibetana en China.
La meseta tibetana, con más de 4.900.000 km², es una de las zonas más grandes y peligrosas del mundo para sobrevolar. Con una elevación promedio de aproximadamente 14,800 pies, la región presenta desafíos importantes para los aviones comerciales que normalmente vuelan entre 31,000 y 42,000 pies. En caso de emergencia, un avión debe descender rápidamente a 10.000 pies para alcanzar niveles seguros de oxígeno, lo cual es imposible de hacer en la meseta tibetana debido a las altas montañas.
Además de la dificultad de descender a una altitud segura, la región carece de aeropuertos, con sólo cinco aeropuertos principales, lo que complica aún más un posible aterrizaje de emergencia.
Las condiciones climáticas extremas en la meseta tibetana también suponen un riesgo considerable. La región es conocida por sus fuertes vientos y cambios climáticos repentinos, que aumentan el riesgo de turbulencias.
Además, las temperaturas extremadamente bajas en la meseta tibetana pueden suponer un riesgo de congelación del combustible de los aviones, aunque rara vez se alcanzan dichas temperaturas. Sin embargo, las aerolíneas prefieren evitar la posibilidad de experimentar climas tan fríos en altitud.
Por lo tanto, se evitan el Pasaje de Drake y la Meseta Tibetana debido a los importantes peligros que suponen para los barcos y los aviones, respectivamente.
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