En un mundo en constante evolución, es fundamental renovar nuestro compromiso con la ciencia como la mejor herramienta capaz de impulsar nuestra economía, salud, educación y calidad de vida.
Hace unos 20 años, no puedo precisar el año exacto, escuché a Mariano Gago hablar en vivo sobre ciencia por primera vez en Portugal. Estábamos en un encuentro científico nacional, lleno de jóvenes científicos, la gran mayoría de los cuales acababan de llegar a Portugal o trabajaban en el extranjero en institutos de renombre internacional. Y el ambiente no podría ser más vibrante. Todo parecía burbujear a nuestro alrededor y cada uno de nosotros estaba dispuesto a poner toda esa energía al servicio de la ciencia mundial en Portugal. Mariano Gago representó al científico convertido en político que sacrificó su ciencia para permitirnos seguir produciendo conocimiento también en Portugal. Gago era, sin duda, admirado por la gran mayoría de nosotros. Pero también era una persona pragmática y su discurso no podría haber sido más claro. Todo depende de la voluntad política y de la capacidad de traducir esa voluntad en financiación. Si en aquel momento éramos muy dependientes de la financiación europea, se esperaba, de hecho programable, que para crecer el país tendría que estar preparado para invertir en ciencia. Y programable es la palabra a recordar aquí.
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