Reflexión para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario

Reflexión para el XXI Domingo del Tiempo Ordinario

El himno de alabanza puesto por Pablo en su Carta a los Romanos, nos habla de la misericordia de Dios, que excede nuestro conocimiento, nuestra justicia, sirviéndonos siempre, seamos cristianos o no.

Padre César Augusto, SJ – Vatican News

En esta liturgia del XXI Domingo del Tiempo Ordinario se refleja el tema del poder. Según la lectura del profeta Isaías, el que usa el poder para beneficio propio y deja a los necesitados debe ser removido, porque no honra la confianza depositada en él por Dios. Esto es lo que se entiende por la deposición de Sobna, administrador del rey de Jerusalén, que deja al pueblo en la miseria y se construye una tumba de gran lujo. En su lugar, Eliacim presta juramento, investido con el poder de abrir y cerrar la Casa de David, es decir, para que todos tengan vida.

De la misma manera, Jesús, estando con sus discípulos, les da el poder de abrir y cerrar las puertas del Reino de los Cielos. Todo el poder cristiano se da para servir, para dar vida al Pueblo. Pero Jesús sólo da este poder a los apóstoles después de haber sido identificado por ellos como el Mesías, como aquel cuya misión es redimir. Así, tener poder en la Iglesia, en el mundo cristiano, significa identificarse con la misión de Jesús, el que lavó los pies a sus discípulos, el que dijo que había venido a servir y no a ser servido, el que no tenía adónde ir. pon tu cabeza.

El himno de alabanza puesto por Pablo en su Carta a los Romanos, nos habla de la misericordia de Dios, que excede nuestro conocimiento, nuestra justicia, sirviéndonos siempre, seamos cristianos o no.

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Desde la perspectiva cristiana, el poder debe poner fin al egocentrismo, a la inmadurez y despertar en la persona la generosidad, el desinterés y la devoción radical a la causa de la vida.

Cuando en Brasil nos preparemos para las próximas elecciones, pensemos en nuestro poder de voto. Esto también debe hacerse como un servicio a la vida. Vivo en un país democrático y tengo este poder para ejercerlo con dignidad cristiana, temiendo a Dios, reconociendo que el poder viene de Él para que se materialice a favor de sus hijos y no a favor de una ideología, de un partido, de un partido. un grupo de personas. Votar no debe ser sólo un ejercicio del poder democrático, sino un acto de religión, un acto de fe en la Vida.

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