LO QUE LA ESCUELA NO NOS ENSEÑÓ – La Iglesia y la Ciencia

LO QUE LA ESCUELA NO NOS ENSEÑÓ – La Iglesia y la Ciencia

«¿Fue sólo una coincidencia que la ciencia moderna se desarrollara en un ambiente mayoritariamente católico, o hubo algo en el propio catolicismo que hizo posible su progreso? El simple hecho de que planteemos esta cuestión ya significa que transgredimos los límites de la opinión actual. Sin embargo, cada vez más estudiosos plantean esta pregunta y sus respuestas pueden sorprendernos.

No es una cuestión secundaria. En la mentalidad popular, la supuesta hostilidad de la Iglesia católica hacia la ciencia constituye quizás su principal debilidad. El asunto Galileo, en la versión distorsionada que la mayoría de la gente conoce, es en gran medida responsable de la creencia generalizada de que la Iglesia obstruyó el avance de la investigación científica. (…)

«La polémica de Galileo se centró en la obra del astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543). (…)

Como científico, Copérnico era una figura reconocida en los círculos eclesiásticos, habiendo sido consultado por el Quinto Concilio de Letrán (1512-1517) sobre la reforma del calendario. A petición de sus amigos, colegas académicos y varios prelados, que le instaron a publicar su obra, Copérnico acabó cediendo y publicó Seis libros sobre las revoluciones de las órbitas celestes, que dedicó al Papa Pablo III, en 1543. ( …) En su obra, Copérnico conservó gran parte de la astronomía convencional de la época, que se debía íntegramente a Aristóteles y, sobre todo, a Ptolomeo (87-150 d.C.), brillante astrónomo griego para quien el universo era geocéntrico. Pero introdujo una diferencia significativa al colocar al Sol, en lugar de a la Tierra, en el centro del sistema; En su modelo, la Tierra y los demás planetas se movían alrededor del Sol.

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A pesar del feroz ataque de los protestantes, que veían el sistema copernicano como una oposición frontal a las Sagradas Escrituras, este sistema no fue objeto de censura católica formal hasta que surgió el caso Galileo. (…)

Galileo Galilei (1564-1642) vio su obra muy bien recibida por astrónomos jesuitas, eclesiásticos eminentes e incluso por el futuro Papa Urbano VIII.

La Iglesia no tenía ninguna objeción al uso del sistema copernicano como modelo teórico, como hipótesis cuya verdad literal no había sido probada. Galileo creía que el sistema era cierto, pero no tenía pruebas adecuadas ni pruebas estrictamente científicas. (…)

Jerome Langford, uno de los eruditos modernos más juiciosos sobre este tema, proporciona un resumen muy útil de la posición de Galileo:

“Galileo estaba convencido de que poseía la verdad, pero no tenía suficientes pruebas objetivas para convencer a hombres de mente abierta. Es completamente injusto decir, como hacen algunos historiadores, que nadie escuchó sus argumentos y que nunca tuvo la oportunidad. Los astrónomos jesuitas habían confirmado sus descubrimientos y esperaban ansiosamente nuevas pruebas para poder abandonar el sistema de Tycho Brahe (1546-1601) y apoyar con seguridad el copernicanismo. Muchos eclesiásticos influyentes creían que Galileo debía tener razón, pero tuvieron que esperar a tener más pruebas”. (…)

En 1616, después de haber enseñado pública e insistentemente la teoría copernicana, las autoridades de la Iglesia advirtieron a Galileo que debía dejar de considerarla verdad, aunque era libre de presentarla como una hipótesis. Sin embargo, en el Diálogo sobre los dos sistemas del mundo, que Galileo publicó en 1632 y fue escrito a petición del Papa, ignoró la instrucción de que el copernicanismo debía ser tratado como una hipótesis y no como una verdad establecida».

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Ante la insistente desobediencia de Galileo, científico y profesor universitario, fue destituido de sus cargos, juzgado y condenado. Pasó su tiempo en prisión viviendo en una excelente casa acompañado de una hija monja que cuidó de su padre durante los cinco años que aún vivió. Continuó trabajando, escribiendo, recibiendo visitas de amigos y estudiantes, aunque la vista le fue fallando hacia el final de su vida. Pero murió de viejo, no fue quemado como tanto se proclama, ni vivió en la Edad Media como se atreve a insinuar, sino que nació en la Edad Moderna.* (continúa)

*Texto inspirado en el libro: CÓMO LA IGLESIA CATÓLICA CONSTRUYÓ LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL de THOMAS E. WOODS JR.

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